Desde la llegada del internet, las redes sociales y la mensajerÃa instantánea, nuestra forma de escribir ha cambiado profundamente. Ahora enviamos mensajes instantáneos, tuits y correos que anticipan respuestas, son más breves y menos formales que antes.
Cambios más destacados
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Informalidad y abreviaturas: usamos “LOL”, “BRB” u “OMG” por practicidad, incluso en contextos casuales. Esto facilita la velocidad, pero también modifica los hábitos de escritura.
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Expresión visual integrada: emojis, gifs o stickers actúan como emotividad y tono, acercando lo escrito a lo hablado, y permiten transmitir matices que antes sólo estaban disponibles en persona.
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Redacción colaborativa: plataformas como Google Docs permiten escribir y editar en tiempo real, lo que favorece el trabajo en equipo pero también requiere coordinación más eficiente.
Principales desafÃos
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Menor calidad académica o formal: la habitual escritura rápida y abreviada puede debilitar la ortografÃa, gramática y la capacidad de mantener un tono adecuado en contextos educativos o profesionales.
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Riesgo de malentendidos emocionales: sin pistas como entonación, gestos o expresiones faciales, los mensajes pueden percibirse de modo incorrecto o frÃo.
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Brecha digital y falta de alfabetización digital: no todos tienen acceso o competencias para participar de manera eficaz en la escritura digital, lo que puede generar desigualdad.
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Exceso de información y fragmentación: la avalancha constante de mensajes puede distraer y hacer difÃcil mantener la atención sobre textos más largos o complejos.
¿Y qué hay de positivo?
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Más práctica de escritura diaria: la lingüista Gretchen McCulloch señala que el internet ha aumentado considerablemente la cantidad de texto que producimos a diario, incluso en contextos informales.
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Creatividad y nuevas formas de comunicación: han surgido géneros digitales como microblogging, poesÃa SMS o textos multimodales que combinan imagen, sonido y texto para expresarse de formas originales.
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